La marcha, estructurada y difundida a través de diversas organizaciones y redes sociales en internet, cristalizó miedos, denuncias y demandas de la sociedad civil contra la industria agro-alimentaria. Entre esas demandas se encuentran: una moratoria a las importaciones y cultivos de OGM, la consideración de las investigaciones independientes sobre los impactos sanitarios negativos de los agroquímicos, el cese de las patentes sobre las semillas y la monopolización de la vida, según manifestaba la convocatoria a la marcha.

La iniciativa nació en Estados Unidos (de donde es originaria Monsanto), a través de un grupo de ciudadanos que reaccionaron por la promulgación de la llamada "Enmienda Monsanto", que establece que la justicia estadounidense no puede oponerse más a la aprobación de cultivos transgénicos. Esta enmienda queda como una demostración del poder del lobby que tiene el conjunto de las empresas de la biotecnología (como Syngenta, Bayer, Dow y Dupont), que cada vez más se apoderan de los bienes comunes del planeta.

Hoy Monsanto lleva a cabo una política agresiva con las patentes de las semillas que produce. Recientemente, la empresa ganó un juicio en Estados Unidos contra un productor del estado de Indiana, acusado de reproducir sus semillas para plantarlas y cosecharlas sin su permiso. Esta privatización de la vida fue una de las denuncias principales de los manifestantes del 24 y 25 de mayo, que reivindicaron, en cambio, derechos básicos: elegir su modo de alimentación, poder cultivar de manera libre la tierra, o acceder a un etiquetado de los productos de consumo.

La movilización a nivel mundial contó con una gran participación, estimulada y fortalecida por los medios alternativos y las redes sociales, armas cada vez más presentes en las protestas de movimientos y organizaciones sociales. Tami Canal, una activista estadounidense que trabaja con "A Revolt.org", uno de los sitios web anarquistas que iniciaron la movilización, afirmó, según el periódico británico The Guardian: «Fue estimulante ver tanta gente, de diferentes origenes, olvidar sus diferencias y juntarse hoy".

El diario digital y alternativo francés Mediapart consideró que se trató de una manifestación netamente autoconvocada: la solidaridad se construyó desde abajo, en una articulación civil animada por las convicciones y el deseo de actuar todos juntos. Estelle, una de las participantes de la marcha en París, capital francesa, explicó a Mediapart: "Nos hemos enterado de este proyecto y propusimos desarrollarlo de manera espontánea y solidaria. No nos conocíamos, nos sentíamos impotentes, cada una por nuestro lado, éramos principiantes, pero finalmente todo eso pudo concretarse" en una manifestación.

Esta marcha contra Monsanto fue también un espacio donde primaron valores como el respeto, la libertad de expresión y el derecho a una información independiente. Las manifestaciones no se centraron únicamente en denunciar a Monsanto. Desde una de las páginas que convocaron a participar de la marcha, se encuentran también propuestas como: informar al público de los beneficios de la agricultura biológico-dinámica, de la agricultura ecológica, o boicotear a todas las empresas que utilizan transgénicos en sus productos. Desde Mediapart se informa además que una segunda marcha tendrá lugar en octubre, para seguir tomando las calles para reclamar y no callarse.