Así lo expresó en entrevista con Radio Mundo Real la activista Arlene Boa, militante del Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC) del Estado brasileño de Espirito Santo, al sudeste del país.

Los impactos que está provocando la expansión de los monocultivos de eucaliptos y caña de azúcar sobre la agricultura familiar repercuten negativamente en la vida cotidiana de las mujeres, al ser ellas las encargadas de administrar insumos básicos como agua y alimentos, insumos cada vez más escasos debidos al avance de este modelo.

Son también las mujeres las que viven de manera más traumática la experiencia del éxodo rural a los cinturones de pobreza de los centros poblados, un fenómeno que va de la mano de la expansión del agronegocio.

Los cuarenta años que lleva Aracruz Celulosa, la mayor productora mundial, en Espirito Santo hablan a las claras de los conflictos que generan las plantaciones de eucaliptos, que en este caso desplazaron a los pueblos indígenas Tupinikim y Guaraní.

Hace pocos días, la brasileña Comisión Pastoral de la Tierra presentó un estudio que revela que las plantaciones de caña de azúcar y eucaliptos son las que han presentado más cantidad de casos de trabajo esclavo en 2008.