Hace algunos días tomaron la decisión de no enviar a sus hijos a la escuela hasta que se detengan las obras y se cumpla con una medida cautelar de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), en la que se exige la paralización de los trabajos.

Charco La Pava está ubicada a unos 300 metros del lugar elegido por la compañía AES Changuinola para la central hidroeléctrica.

Héctor López, referente de esa comunidad, le dijo al diario panameño La Prensa que los habitantes de la zona están preocupados porque el gobierno “está ignorando la medida” de la CIDH, y aseguró que no habrá ningún diálogo con los privados hasta tanto no se cumpla con la suspensión.

Desde el gobierno se ha dicho que la propuesta de la CIDH es “poco objetiva”, que sus relatores deberían conocer en profundidad la situación de los pueblos indígenas que viven en esta región de Panamá, y que la información que se utilizó tiene más de un año.

Un artículo publicado hace algunos días en el sitio de internet de ALAI por Bartolomé Clavero, miembro del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas, aporta un enfoque interesante para conocer mejor este conflicto.

Según el autor, en diferentes puntos de América Latina se están impulsando proyectos corporativos con apoyo político, cuyo efecto más visible consiste en que comunidades indígenas son hostigadas, desplazadas y privadas de sus medios de subsistencia.

Casos como el de Charco La Pava están contemplados en la Convención de Naciones Unidas sobre Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, cuando refiere a un estado de “sometimiento intencional a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”. La pregunta que se hace Clavero es la siguiente: “¿Está América sembrándose de pequeños genocidios?”.

Los promotores privados de Chan 75 han creado un programa de “reasentamiento participativo”, una terminología empresarial que es replicada por Clavero. “Decir en este contexto reasentamiento participativo es como decir expolio consentido a la fuerza o asesinato por suicidio. (…) ¿Quién iba a decir que bajo ese género tan redicho de literatura empresarial se encierra el intento de cometer algún que otro pequeño genocidio, genocidios al cabo?”, continúa.