Radio Mundo Real

En el corregimiento “El Hormiguero” de las cercanías de Cali, Colombia, la caña de azúcar desplaza, envenena y aisla a los pobladores. Lejos del respeto a la normativa que establece franjas de protección de las riberas de los ríos los cultivos con destino a etanol están sembrados virtualmente sobre el curso de agua.

El río Cauca es el segundo en importancia de Colombia y su recorrido por el Valle que rodea a la ciudad de Cali ha hecho de estas tierras la gran reserva de tierra fértil del país, generando décadas atrás la migración de pobladores de otros puntos del país como asalariados en fincas fruteras y muy especialmente en la caña de azúcar.

Siguiendo en muchos casos los pasos de las comunidades afrodescendientes instaladas en las riberas tras el fin de la esclavitud, como en los comienzos de la civilización estas comunidades aprovechaban el limo que dejaba el Cauca en sus desbordes para generar una agricultura de subsistencia. La extracción de arena del fondo del Cauca también era un buen recurso de substistencia en épocas sin trabajo en las fincas cercanas.

Pero con la explosión de la caña de azúcar, todo cambió. Con sdu instalación se secaron las reservas subterráneas y la zona pasó de ser un oasis a dar los primeros pasos en su camino hacia el desierto verde. Las grandes cantidades de agrotóxicos –como el herbicida glifosato, empleado en grandes cantidades para la maduración de la caña previa al corte- o la quema de la hoja de caña previa a la cosecha han tornado inviable la vida de pequeños campesinos.

Tal es el caso de Avelino Castillo, vecino de la vereda de Cauca Viejo un territorio ganado al río que fuera desviado para la instalación de un palenque de negros libertos. Su huerta está estéril y como resultado, su vida está vacía.

Conversó con Radio Mundo Real al cabo de una navegación Cauca arriba de la que participaron los miembros de la Misión Internacional de Verificación sobre Agrocombustibles en Colombia.