En la década de los 90, la fuerte red de organizaciones de base campesinas se vio severamente golpeada por el desinterés oficial y por la apertura indiscriminada de mercados, acompañada de una diferencia cambiaria que literalmente hacía inviable la producción y la vida de los humildes del campo.

En los últimos cinco años, sin embargo, la organización de pequeños productores ha conocido un impulso inusitado y los síntomas de recuperación del espíritu asociativista se han comenzado a ver. Se trata ni más ni menos del viejo espíritu comunitario de los pobladores del campo, aunque con características nuevas como es el papel predominante de la mujer asumiendo responsabilidades claves en estas organizaciones.

Días atrás en la localidad uruguaya de San Antonio, departamento de Canelones, se realizó la primera “Expo Hortícola de la Producción Familiar”. El gimnasio del club local se vio invadido por alimentos que orgullosamente eran expuestos por quienes los cultivaban en sus chacras, en el corazón geográfico del departamento y una de las zonas de mejor suelo agrícola de todo Uruguay.

A pesar de que también se expuso sofisticada maquinaria de última generación que viene empleándose en la zona, el símbolo que presidió la jornada fue un arado a mansera. Es que una de las fuentes de tracción principales en esta zona sigue siendo la animal, los bueyes, casi un rasgo distintivo de la localidad.

Varias conferencias fueron escuchadas atentamente por los productores, como ser el programa de rescate de poblaciones locales de zanahoria y zapallo que viene realizándose desde la Universidad de la República como una alternativa a la dependencia de variedades importadas.

Radio Mundo Real dialogó con Rosario y María, integrantes de la Sociedad de Fomento Rural de San Antonio. Ellas nos cuentan los motivos que las han hecho tener un papel fundamental en esta nueva etapa de su organización y el espacio que la labor social con sus pares ha ocupado en sus vidas.